miércoles, 14 de abril de 2010

Cruzando dos océanos y un mar

Nos fuimos a vivir a España después de 9 años vagabundeando dentro de Chile, en Alemania e Italia. Alguna vez hablé alemán perfecto, mi hermana menor se llama Sabine porque nació en Berlín. Mi papá trabajaba en la Endesa y lo mandaban de central en central, después postuló y ganó una beca del gobierno alemán para un postgrado, y partimos por un año, de Berlín la Endesa lo mandó a Italia por seis meses, ahí partimos, mis papás con una, dos y tres niñas finalmente, que fuimos naciendo entre viaje y viaje.
No recuerdo el día, pero las fotos nos muestran en el muelle a mis papás, mis dos hermanas y yo, con tíos, primos, abuelos. Las tres vestidas iguales, vestidos de la tía Didí, cortos hasta los calzones casi, con delantalcitos blancos incorporados, yo flaca como palillo, pelo corto, seria. Ese día mí tío Pancho estaba de cumpleaños, mi papá lo estuvo el día anterior.
- Chao, cuídense…
- Chao, chao, llamamos cuando lleguemos…
- Chao, cuando tengamos casa les mandamos la dirección…
- Ya, no llores más!!
- Escríbanme todos los días niñitas…
- Arriba, arriba, ya nos vamos!!!
- ¿¿Y que le escribo abueli??

Salimos con todos pero no como todos, no fuimos exiliados, salimos el 22 de enero y llegamos el 17 de febrero de 1974, del verano al invierno, cruzando dos océanos y un mar, cruzando el Ecuador, cruzando de exclusa en exclusa el canal de Panamá, de un continente a otro, no fue el primer quiebre en mi vida, sí el primero que recuerdo, y no fue el último.
El barco se llamaba Donizetti, un transatlántico de la época, enano para las dimensiones actuales, enorme para nosotras. Mi mamá, mis hermanas y yo estábamos en un camarote y mi papá en otro, creo que compartido, nosotras despertábamos muy temprano, antes de las 7, así que despertábamos a mi papá a las 11:30 y nos íbamos a almorzar. Todos los días almorzaba un plato hondo lleno de tallarines con harto queso rallado y después otro plato de fondo, ¡¡¡pastas frescas, ricas!!! Además ahí tuve mi primer flechazo, el mozo del restaurante, pero solo lo miraba…
La piscina era con agua de mar, no sé que profundidad tenía, pero se veía oscura, fascinante. Me dejaron bañarme igual, pero se suponía que no debería haberlo hecho porque me habían operado del dedo y me sacaron el yeso pocos días antes del viaje, pero anda a decirle a una niña de 9 años que no se bañe cuando todos lo hacen y estás muerta de calor (y el dedo estaba sano y la herida bien cerrada).
Algunas noches nos dejaban dormidas y solas y ellos se iban a bailar o al cine. Una de esas noches nos despertamos y los fuimos a buscar, medio asustadas. No sé por donde entramos al cine, pero dicen que aparecimos tomadas de la mano por el costado de la pantalla y empezamos a caminar tapando la película. No veíamos nada porque nos daba en los ojos la luz de la proyección y el resto oscuro, así que empezamos a gritar: “Mami, mami, papi ¿Están ahí?
Finalmente llegamos a Barcelona, no recuerdo si había alguien esperándonos, tampoco hay fotos para ayudar, seguramente sí, pero nadie querido, ni siquiera conocido, no lo digo con rabia o pena, es un hecho. De ahí en adelante fuimos solo 5, y fui Gabriela o Gárbel, mi apodo familiar, nunca fui la Gaby.

Escrito entre el 6 y el 13 de abril de 2010

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